30 ago 2006

No hubo fraude ni habrá anulación

Jorge Fernández Menéndez
No hubo fraude ni habrá anulación

Nada cambió. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación confirmó el triunfo de Felipe Calderón el 2 de julio pasado. La diferencia del resultado final, pasadas las 375 impugnaciones, dos conteos adicionales de votos y muchas palabras vacías después, resultó ser apenas una centésima de punto porcentual respecto del que se había dado a conocer el 6 de julio pasado cuando concluyó el conteo distrital del IFE. La diferencia entre Felipe Calderón y López Obrador se mantiene exactamente igual: 0.58%, equivalente a 240 mil votos en favor del panista.

Ello no sólo confirma el triunfo de Calderón sino también que no hubo ni dolo ni fraude, como sostuvo la resolución del Tribunal; que la labor del IFE fue más que meritoria (en un proceso en el cual participaron libremente un millón de ciudadanos elegidos en forma aleatoria; que el margen de error entre el cómputo del IFE y el final, luego de la revisión del Tribunal haya sido de apenas una centésima de punto, es un hecho que debe destacarse) y que hemos perdido casi dos meses en una lucha política destinada, solamente, a complacer los caprichos de un aprendiz de caudillo. Se argumentará que falta la calificación de la elección. Es verdad, pero de la misma manera que el Tribunal desechó la exigencia del voto por voto que se ha convertido en consigna del lopezobradorismo (una consigna tan endeble como los argumentos presentados para sustentarla, porque la coalición no impugnó ante el Tribunal todas las casillas, sino sólo las que había ganado Calderón, lo que hizo imposible el cumplimiento de su principal demanda), de esa manera deberá, con base en sus propias resoluciones, desechar la solicitud de anulación. No hay elemento alguno que pueda justificar esa demanda. Incluso López Obrador la enarboló sólo después de que perdió los comicios, nunca antes de la jornada del 2 de julio.

La lógica impone que la calificación se resuelva en horas y con ello termine este proceso que ha sido tan desgastante para todos los involucrados y, sobre todo, para una sociedad que no entiende qué está pasando o que ha sido engañada por un candidato que no acepta perder.

No hay elementos para la anulación de los comicios: la tesis de que hubo una "campaña negativa" contra López Obrador se cae por su propio peso. López Obrador recibió apoyos y tuvo adversarios, como todos los candidatos. El de la coalición Por el Bien de Todos fue calificado como un peligro para México (los hechos posteriores parecen confirmar esa afirmación) y él construyó enormes mentiras, sin sustento alguno, como que Felipe Calderón había apoyado el Fobaproa o una mentira aún mayor, como el famoso caso Hildebrando. La publicidad gubernamental se retiró 40 días antes de la elección. Fue López Obrador quien no quiso ir a reunión alguna con empresarios, el que los acusó de defraudadores fiscales en forma generalizada, quien no aceptó ir al primer debate. Se ha dicho que Calderón se benefició de los programas sociales del gobierno, pero resulta que encuestas como la de Parametría demuestran que aproximadamente 70% de los favorecidos por Oportunidades votaron por otros partidos. Se ha dicho que López Obrador sufre, pobre hombre, un "cerco informativo", y resulta que nadie gastó más que él en medios durante la campaña, nadie tuvo más espacios y spots, y ningún otro candidato tuvo tanto tiempo de cobertura. Del 2 de julio hasta hoy, ni remotamente Calderón ha tenido en los medios el espacio de López Obrador: si cada vez que habla se hunde, no es responsabilidad de los medios. No hay causal para anular la elección, López Obrador lo sabe y, por eso, desde días atrás se ha dedicado a insultar al Tribunal Electoral y a sus integrantes, resucitando incluso la tesis del golpe de Estado cuando, paradójicamente, quien intenta realizarlo es él mismo. Para un hombre que se dice conocedor de la historia, como López Obrador, la comparación es terrible, pero su actitud se parece mucho más a la de un Victoriano Huerta que a la de un Emiliano Zapata.

Ello ha llevado a una actitud esquizofrénica al perredismo, que no sabe si está en vísperas de lanzarse a la resistencia civil o de reiniciar el camino de la política. Su caudillo los quiere llevar en la primera dirección, sus instintos, en la segunda. Así, mientras Manuel Camacho dice, en una actitud chantajista, que si no se anulan las elecciones "encabezaremos un movimiento que no reconocerá las instituciones del país", todos sus diputados y senadores las reconocen y se incorporan a ellas; mientras, su discípulo, Marcelo Ebrard, se dispone a asumir el gobierno de otra institución, el del DF, y le ordena a sus futuros delegados que pidan mayores partidas presupuestales a esa otra institución que es el Congreso. En tanto López Obrador desconoce al Tribunal, su principal operador electoral, Horacio Duarte, reconoce que construyó con errores las impugnaciones, pero se queja de que entonces el TEPJF actuó con un criterio "letrista", o sea que se queja de que un tribunal haya actuado respetando la letra de la ley.

Y la vida política sigue. El Congreso ya se instaló, ya se conformaron las bancadas y sus liderazgos, ya hay autoridades legislativas (Jorge Zermeño entre los diputados, Manlio Fabio Beltrones en el Senado), ya los aliados del PRD han comenzado a recorrer su propio camino: Convergencia con sus grupos en el Senado y la Cámara de Diputados, el PT negociando para conformar el suyo, lo mismo que Alternativa. Ya hay algunas negociaciones para la agenda legislativa. Saldrá en horas la calificación electoral y López Obrador se va a quedar cada día más solo, chantajeando con la violencia, acompañado por los grupos más radicales y los políticos desempleados, como Camacho o Muñoz Ledo (pero lo suficientemente ricos como para no tener que trabajar, en algunos casos, desde 1994).

29 ago 2006

¿Y el fraude?

Itinerario Político
Ricardo Alemán
29 de agosto de 2006
¿Y el fraude?
Lo difícil era asumirse como un demócrata y reconocer los errores; acaso por eso no transitaron ese camino

A l resolver los 375 juicios de impugnación que presentaron la coalición de AMLO y el PAN sobre la elección presidencial, el TEPJF prácticamente confirmó la inexistencia del presunto fraude electoral, por lo menos en sus etapas de emisión y recuento de los sufragios y, sobre todo, en la participación ciudadana para hacer posible la jornada electoral. Restan la valoración de las causales abstractas, la validación o no del conjunto de la elección y la declaratoria de ganador.

A estas alturas, según los resolutivos del TEPJF, ni en el recuento parcial de votos ni en la revisión de los 375 juicios de impugnación aparece el supuesto fraude. Eso sí, están presentes fallas, irregularidades normales y hasta vacíos legales de toda elección Y si a juicio de la máxima autoridad electoral no fue posible que la coalición impugnadora demostrara la existencia de tal fraude, lo que veremos en los próximos días será la declaración de Calderón como presidente electo. Además se confirmará que AMLO y su coalición recurrieron a un grosero montaje mediático, de altísimos costos políticos, que habrá minado la esencia de la democracia electoral: credibilidad y confianza en las instituciones.

Quedará claro que el camino más fácil y de mayor rentabilidad mediática fue el seguido por López Obrador y sus fieles, el de sembrar la duda sobre la validez de la elección presidencial y responsabilizar del presunto fraude a las instituciones electorales. Así, a la lista de supuestos "perversos" que se habrían confabulado para arrebatarle a AMLO el "triunfo legítimo", se sumará el Tribunal Electoral, a cuyos magistrados se endilgará toda clase de adjetivos porque se habrían prestado al fraude. Y sólo faltaba el TEPJF, porque AMLO y sus creyentes han acusado de la gran perversión a todos o casi todos.

En sentido contrario, el camino más difícil era haber aceptado que -más allá de notorios errores, severas deficiencias y vacíos legales- en realidad no consiguieron el voto mayoritario debido a evidentes fallas estratégicas, a una grotesca confianza excesiva y, sobre todo, a que la mexicana es una sociedad conservadora en la que permearon, por un lado, la campaña del miedo y, por el otro, la agresividad discursiva mostrada por AMLO. Lo difícil era asumirse como un demócrata y reconocer los errores. Acaso por eso no transitaron ese camino.

Pero lo cierto es que a pesar de la ruidosa y por momentos exitosa estrategia seguida por AMLO y sus fieles -que se podría traducir en una peligrosa espiral de ingobernabilidad-, el supuesto fraude no aparece por ningún lado y al resolver las 375 impugnaciones a la elección presidencial, el Tribunal Electoral desechó las presunciones de que se produjo un fraude generalizado, canceló toda posibilidad de anular la elección, confirmó que la coalición de AMLO no sustentó jurídicamente sus dichos mediáticos, y en la práctica adelantó la validez de la elección presidencial.

¿Qué dirán ahora? La pregunta es ociosa, porque todo lo que tenían que decir del conflicto postelectoral ya lo dijeron. Para AMLO y sus escuderos -y para buena parte de sus seguidores y simpatizantes- nada de lo que resuelva el TEPJF, que no sea el ya imposible triunfo de AMLO, tendrá la menor validez. Así, la reacción que antes, durante y después de la actuación del Tribunal mostraron y mostrarán los jefes de la coalición impugnadora, no es más que la confirmación de que la estrategia no era por la limpieza de la elección, por el voto por voto, sino a favor del descarrilamiento del proceso electoral y la destrucción de las instituciones electorales.

Desde el momento en que AMLO y sus mariscales echaron a caminar la irresponsable versión del supuesto fraude -sin contar con las evidencias mínimas y a partir de una campaña mediática de medias verdades y mentiras completas-, quedó claro que ante su derrota -porque en el cuartel de AMLO se sabía perfectamente que era imposible demostrar el fraude que gritaban a todo el mundo-, López Obrador le apostó a la creación de una crisis que derivara en la anulación de la elección, como camino para no aceptar que fue derrotado por la "perversa derecha". Pero la realidad e instituciones como el Tribunal Electoral han demostrado que el fraude no existió, que AMLO no es un demócrata y el tamaño de la perversión del aún candidato presidencial.

Por supuesto que aún resta que el Tribunal valore las causales de nulidad abstracta, que califique la validez de la elección y que declare presidente electo. En el primer caso, el TEPJF encontrará que, en efecto, la intromisión del presidente Fox en el proceso fue un acto reprobable, que en su momento sancionó el propio Tribunal, pero que no fue determinante en el resultado. Un caso similar ocurrirá con la cuestionable intromisión de grupos empresariales mediante la difusión de spots dirigidos a restar credibilidad a López Obrador. No se trató de una ilegalidad, sino de una intervención carente de ética. Y sobre la llamada "guerra sucia", sobre los spots para desprestigiar a AMLO, sobre la presunta inequidad en radio y tv, el saldo será adverso a la coalición de AMLO. En suma, el fraude no apareció, porque no existió. Lo que existe son graves vacíos en la legislación electoral y la deliberada perversión de quienes no digieren la democracia. Al tiempo.

Lucubraciones de una ciudadana.

Hace tiempo se veía venir una guerra sin cuartel en el ámbito político mexicano. La llamada "Guerra Sucia", los spots fuertes y los ataques de un partido a otro. Pienso que los ciudadanos tomamos nuestro lugar en el campo de batalla cuando decidimos por quién íbamos a votar, o si nos íbamos a abstener de votar.Yo, como buena mexicana, tomé mis armas (metaforizando mi credencial de elector, mi crayón, mi papeleta de votación y 9 horas y media de cola para poder votar) y me fui a la guerra a una batalla que se llevó a cabo el pasado 2 de julio. Y cómo dice nuestro hermoso Himno Nacional ..."Un soldado en cada hijo te dió"...
Yo defendí a México el pasado 2 de Julio de un ser con hambre de poder, chantajista, manipulador y revoltoso que pretendía convertir a México a su imagen y semejanza.
Que alguien me explique como no le ha entrado en la cabeza a AMLO, que las elecciones no fueron únicamente entre el PRD y el PAN, sino que también hubo otras opciones y que la realidad es que LA MAYORIA NO VOTO POR ÉL.
Se han sacado miles de entrevistas, miles de reflexiones y todas llegan a la misma conclusión: AMLO está desquiciado.
Lo que me preocupa ahora es que ofenda y manipule lo más representativo de México que es nuestra fiesta de INDEPENDENCIA y nuestros símbolos patrios al querer boicotear algo que no es ni de FOX, ni del PAN, sino de TODOS los mexicanos que vivimos en libertad, gracias a los héroes que nos dieron patria.¿Por qué lo han dejado crecer tanto? ¿Por la libertad de expresión y la libertad de poder manifestarse? Creo que ese derecho lo perdió desde el instante mismo en que atentó contra los miles de mexicanos que circulan por la ciudad de México, contra los cientos de personas que quieren y necesitan hacer un movimiento bancario y sobre todo, contra las decenas de personas que han perdido su trabajo por las bajas económicas considerables que el plantón ha causado.
Las claras provocaciones de los perredistas para obligar al gobierno federal a un desalojo es más que obvio. Ahí tenemos a Encinas retando a nuestro presidente a que él de la orden. Las estúpidas y absurdas declaraciones de AMLO diciendo que HUERTA y que ORDAZ cuando han sido más que benevolentes con él.En fin, ya lo dice el dicho: “No tiene la culpa el indio, sino quién lo hace compadre”, y entre quien ya aprendió la lección podemos mencionar a José Luis Cuevas, quién hace poco escribió su desencanto por AMLO.
Soy Mexicana y a mucho orgullo, y fui de los miles de mexicanos que estamos convencidos que en las urnas se ganan las batallas.Yo lo que digo y defiendo es que merecemos un País Digno, y no secuestrado, ni sometido como se encuentra ahora.Me indigna pensar que si el PAN estuviera cometiendo los atropellos que hace el PRD, si hubieran ejecutado el "Bando 13".
En el remoto caso de que se haya cometido fraude, créanme que después de todo lo vivido, me da gusto que hayan librado a México de este señor. Tengo la confianza absoluta en mis instituciones, creo en México y lo defendí el pasado 2 de Julio.

Convención Nacional Demócrata

Recupero esta excelente crítica sobre la supuesta Convención Nacional Demócrata, que pretende realizar AMLO y sus seguidores apra el 16 de Sep.

El señor López Obrador y sus feligreses parecen empeñados en montar su espectáculo en el tablado del presunto fraude electoral -del cual han sido incapaces de ofrecer una prueba sólida y creíble-, sobre el que han montado toda clase de escenografías que, con el tiempo, aparecen graves, cuestionables y hasta ridículas contradicciones.

Luego del reclamo de "voto por voto y casilla por casilla" -que era insostenible porque la propia coalición no fue capaz de argumentar irregularidades en los 300 distritos electorales y en las más de 130 mil casillas instaladas-, el señor López Obrador propuso una resistencia civil pacífica -parodia de la sublevación social que reventó por los daños causados a los que menos tienen-, y que dio pie a que el propio candidato convocara, de manera unilateral, autoritaria y nada democrática, a un supuesto acto refundacional de la República. Llamó a una Convención Nacional Democrática, sin duda una estrategia política audaz y llamativa, pero que en el fondo no es más que una caricatura de la historia nacional, una parodia que riñe hasta con la historia del partido de López Obrador, el PRD.

Y es que esa "Asamblea Nacional Democrática", ni es asamblea, ni es nacional y menos democrática. ¿Por qué? Porque nadie puede creer en la legitimidad -ya no se diga en la legalidad-, de los resolutivos salidos de un mitin al que sólo se convoca a los simpatizantes de AMLO -que ni siquiera se someten a las estructuras organizativas de su partido-, a los que no se pregunta nada, no se hace partícipes de nada, y con los que nada se delibera y sólo se les arrincona en el "sí" de lo que ordena y reclama el caudillo, sin que nadie tenga la posibilidad de cuestionar o decir "no". Más que una "Asamblea Nacional Democrática", se trata de una llamada a la misa de los fieles -y no fieles a un credo, sino a la personalidad y los deseos de AMLO-, convencidos de que son correctos el mensaje, el camino y la línea dictada por su mesías.

¿Cuántos decidirán, en esa "Asamblea Nacional Democrática", que el presidente legítimo de los mexicanos será López Obrador? Vamos a suponer que acudan a esa convocatoria un millón de mexicanos, todos ellos simpatizantes y creyentes de AMLO. Ese millón de mexicanos no serán más que 1.5% de los votantes potenciales -de los 72 millones inscritos en el Padrón Electoral-, o serán 2.5% de los 40 millones que acudieron a las urnas. Y sin duda habrá quienes digan que por AMLO votaron 15 millones de mexicanos. Bien, en el supuesto de que esos 15 millones decidan que López Obrador debe ser el "presidente legítimo", esos votantes no son más que 21% de los electores potenciales. ¿Ese porcentaje decidirá la legitimidad del nuevo presidente? No se les ha ocurrido pensar que esa imposición nada democrática, nada nacional es igual de grosera que la presunta imposición de Calderón. ¿No son ese llamado y esa amenaza una farsa democrática de AMLO y sus seguidores?

25 ago 2006

No es por burros

Esta nota invita a la reflexión sobre la educación básica en México. Mientras en Oaxaca sigue el problema magisterial, con mas tintes político que educativos, la niñez mexicana no está recibiendo el grado de conocimiento necesario para su desarrollo. No se ve compromiso para forjar el futuro de México como país.

No es por burros
Por Ana Laura Meza y Karina Alvarez
codigo@nuevoexcelsior.com.mx
Violencia, discriminación, desigualdad social y económica son algunos de los factores que sumados a la incapacidad del sistema educativo para atender principalmente la inequidad, contribuyen a que el aprendizaje de alumnos de primaria y secundaria en México sea deficiente, con niveles mínimos de conocimientos y, en casos extremos, alumnos de tercer grado de secundaria con un desempeño de tercero de primaria.

La situación educativa de la primaria es relativamente mejor que hace cinco años, pero en la secundaria los resultados de evaluación son alarmantes porque los alumnos llegan a deficiencias que van, en Español, desde no saber copiar un texto y pésima ortografía, hasta no poder lograr expresarse con claridad y correctamente por escrito, mientras en Matemáticas el problema es más grave, porque los estudiantes no saben resolver ecuaciones básicas para su nivel de enseñanza.

De acuerdo con los resultados de los Exámenes de la Calidad y el Logro Educativos (Excale), que aplicó el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), en 63 mil 457 alumnos de tercero de secundaria y 52 mil 698 de sexto de primaria, que evaluaron las áreas de Español, Matemáticas y Expresión Escrita, se comprobó que las escuelas privadas en México tienen mejor resultado de aprendizaje y le siguen en orden las urbanas públicas, rurales públicas, los cursos comunitarios y al final la educación indígena.

Felipe Martínez Rizo, director general del INEE, al presentar públicamente los resultados de los Excale, advirtió que los resultados son preocupantes principalmente en secundaria, porque 51.1% de los alumnos de tercer grado no tienen los conocimientos y habilidades básicas que establecen los Planes y Programas de Estudios en Matemáticas y el 32.7% en Español.

En la primaria, a nivel nacional, el desempeño de los estudiantes también es claramente insatisfactorio, pues casi dos de cada 10 (18%) concluye el sexto grado de enseñanza con niveles por debajo de lo básico que deben saber en la materia de Español y una cifra similar, el 17.4%, en Matemáticas.

La diferencia entre los tipos de servicios educativos también refleja la influencia del entorno socioeconómico de los alumnos pues la deficiencia en los conocimientos básicos de Español es de apenas 2% en las primarias privadas; de 13.2% en las públicas urbanas, de 25.8% en las escuelas rurales; 32.5% en los cursos comunitarios y hasta 47.3% en las escuelas indígenas.
Lo más importante de los Excale es que evaluaron por primera vez el entorno familiar y escolar en el que los niños y jóvenes aprenden porque esas condiciones se asocian fuertemente con los resultados del aprendizaje, por lo que las condiciones culturales de las familias de los alumnos se reflejan en forma determinante en su desempeño.

El comparativo del aprovechamiento de los alumnos en secundaria entre los tipos de servicios educativos son también importantes aunque en menor medida que en primaria, porque los estudiantes por debajo del nivel básico en Español van de 8.1% en las escuelas privadas a 51.1% en las telesecundarias, mientras en las secundarias públicas generales el porcentaje es de 29.7% y de 31.1% en las técnicas.

Respecto a la escritura, Martínez Rizo destacó que es la primera vez en México que se evalúa y los resultados revelaron que 56% de los jóvenes de tercero de secundaria no la utilizan como medio para apelar, opinar, persuadir, relatar y escribir y no dominan las habilidades básicas como copiar palabras, un texto o redactar una carta, mientras en la primaria el 63% no se expresa por escrito con precisión y claridad.

A la mayoría de los estudiantes de secundaria, 70%, se les dificulta usar la información esencial de una lectura para aplicarla en la solución de alguna situación novedosa, esto es sustituir el tema global de lo que leyeron por un refrán o relacionarlo con una oración, y en la reflexión sobre la lengua distinguen el sujeto del predicado, pero no los complementos, además no usan adecuadamente la puntuación y se les dificulta la ortografía.

Para la primaria los resultados tampoco fueron favorables, pues tres de cada 10 alumnos comprenden una lectura, pueden sacar conclusiones de ella, pero se les dificulta distinguir los tipos de texto y diferenciar hechos de opiniones y menos de la mitad tienen un buen desempeño en ortografía y puntuación.

23 ago 2006

El Jardinero Fox

Excelente comentario de Raymundo Riva Palacio

Por más apologistas en su entorno, difícilmente será recordado como un estadista, y sí como un hombre que consumó el desgobierno.

Vicente Fox será seguramente recordado como un Presidente mediocre, incompetente, ignorante, dopado muchas veces con antidepresivos y manejado por una mujer tan ambiciosa y dominante que cuando se volvió un riesgo para el Estado por su intromisión en la vida pública desde su cargo de jefa de prensa de Los Pinos, no se le ocurrió algo mejor que casarse con ella. Fue una desgracia histórica que en el momento más delicado de la construcción democrática de México, quien estuviera a la mano para recibir el respaldo por el desprecio a la hegemonía priísta de 70 años fuera Fox. No estuvo a la altura, salvo como un gran jardinero de la política: todos los conflictos le crecieron.

Su miopía, impregnada por las buenas intenciones de las cuales también está pavimentado el camino al infierno, hizo resucitar al EZLN y, contraviniendo la Constitución, le otorgó un salvoconducto para que se fuera a pasear por el territorio nacional, haciendo caso omiso al cejo fruncido de los militares, que a diferencia de él, sí recordaban que le había declarado la guerra al Estado mexicano. Fox volteó hacia ellos para perseguirlos, por el negro episodio de la llamada guerra sucia, lo que lo llevaría a una situación particular con las Fuerzas Armadas, que lo siguen respetando como institución, pero que no parecen otorgarle el mismo trato como político.

Fox violó la Constitución permitiendo el libre paso a un grupo armado, sin resolver jamás el conflicto en Chiapas que ofreció componer. En cambio, en su jardín proliferaron municipios autónomos zapatistas, donde la gobernabilidad -seguridad y cobro de impuestos, por ejemplo- estaba en manos de un grupo armado. Un puñado de macheteros en San Salvador Atenco, cuyos problemas de expropiación de tierras para construir un nuevo aeropuerto jamás encontraron la salida, crecieron a miles de puños que le echaron para abajo su principal obra sexenal y dieron nacimiento a otro foco de ingobernabilidad a 32 kilómetros del corazón político nacional, donde convergieron los zapatistas con varios de los grupos extremistas más beligerantes hoy en día.

Es exactamente lo mismo que ha sucedido en Oaxaca. Un conflicto magisterial -donde la solución era federal, no estatal-, combinado con la prepotencia del gobernador Ulises Ruiz y la inacción del gobierno de Fox, ha convertido su capital en zona de subversión abierta. Grupos guerrilleros y radicales, junto con maestros y organizaciones sociales y políticas, tomaron la capital y hacen lo que desean ante las miradas de las autoridades que se siguen echando en cara sus responsabilidades. Tomada la capital desde hace semanas, Fox sigue en su fase autista. Mientras Oaxaca capital se incendiaba el lunes, con estaciones de radio tomadas, con disparos y fuego, amenazas y secuestros, Fox lucía muy presidencial homenajeando a Chespirito, su cómico de cabecera, reconociendo que él siempre se va a la cama temprano. Nada le altera el sueño a un Presidente de ornato cuando de gobernar se trata. A los rebeldes en Oaxaca se les podía aplicar la ley y fincarles responsabilidades por sedición y motín, cuando menos. ¿Pero quién es el guapo que aplicará la ley?

Nadie, por supuesto, en esta combinación perniciosa de la dialéctica. A principios de sexenio encuestas de la Presidencia mostraban que el 80% de los mexicanos se oponían al uso de la fuerza por parte del gobierno bajo cualquier circunstancia, demostrando que la cultura mexicana sobre el uso legítimo del gobierno para emplear la fuerza, estaba muy lejos del horizonte. En la actualidad, 60% sigue pensando lo mismo, lo que sigue mostrando que una acción de fuerza por parte de la autoridad siga demasiado lejos de la legitimidad y muy cerca de la acusación de represión. Se necesita quizás una nueva generación de mexicanos para que esa correlación se modifique, pero, sobre todo, falta un gobierno que contribuya a ello. El de Fox ha sido lo contrario.

Fox siempre se ha mantenido en la confusión del ignorante. Presidencia no es igual a autoritarismo, como ha dicho, como tampoco la exigencia de que gobierne con orden es una añoranza de tiempos pasados. Autoritarismo es el manejo discrecional de la ley, como en el caso del EZLN, o la no aplicación, como en el caso de la insurrección en Atenco. Autoritarismo es dedicar los recursos del Estado para castigar a un opositor incómodo, como fue Andrés Manuel López Obrador cuando quería destituirlo como jefe de Gobierno del Distrito Federal y llevarlo a la cárcel por desacato a la ley. O también, en episodios no vistos en los regímenes burocráticos-autoritarios del PRI, aprobar gabinetes metalegales para que su esposa Marta Sahagún pudiera diseñar su propia política social, teniendo como siervos a los secretarios de Estado del ramo. Fox fue muchas veces desplazado -por voluntad propia- por ella, quien se encargaba de gobernar, sabiendo políticos y empresarios que era la señora, no el Presidente, quien decidía y concretaba las cosas. Pero ella no es nadie, en términos legales, con lo cual su acción directa en los asuntos de la nación es absolutamente ilegal e ilegítima.

Fox nunca fue material presidenciable. Se han cansado sus cercanos de asegurar que es diferente, coloquial y hasta rudimentario, pero un buen tipo, lleno de buenas intenciones. Que no es tan retrógrada, como algunos piensan, sino profundamente tolerante y demócrata, que no es tonto sino listo, que no es miope sino con visión de largo alcance. Que habla mucho, sí, pero que eso es refrescante en la Presidencia del cambio. Ésta, definitivamente, sí ha sido distinta. Un Presidente sin ambición de poder -cómo le hizo falta leer a Michel Rocard-, depresivo durante la mayor parte del sexenio, con un mundo diferente al real, se volvió dependiente de la señora Sahagún, y la defendió a ella y a su familia hasta la ignominia, jurando sobre su Biblia que sus hijos políticos no son lo corruptos que muchos perciben, y que ni ellos ni su madre chantajearon a nadie, sino que son producto de una cultura del esfuerzo. Paradojas del México actual, sigue manteniendo altos índices de popularidad, deslindándolo por completo la gente de que, además de buen tipo, tendría que haber sido un gobernante eficiente.

Oaxaca es la última expresión de su incompetencia, de la incapacidad de su gobierno en el difícil arte de la política y de la construcción de acuerdos. Las semillas que sembró el jardinero Fox dejaron rencor y encono. El país no se ha caído en pedazos porque en realidad no lo gobierna. El Presidente que debería haber sido de todos los mexicanos, no lo fue. Destinado para construir, demolió. Él, quien debía haber creado las condiciones para que el fin de su sexenio fuera un refrendo de la democracia, cimentó las necesarias para derruirlas. Afortunadamente ya se va. Y pese a él, es difícil que en los 99 días restantes termine con la nación.